Javier Rodríguez Godoy
Sufres porque quieres, nadie te puede dañar y eres tan infeliz como deseas. Al menos es lo que te diría Epicteto (50 – ¿120? dC), el filósofo estoico que vivió más de 40 años como esclavo en Roma durante el siglo I d.C. Hoy, algunos psicólogos cognitivos recuperan algunas de sus ideas para mejorar nuestra salud emocional. Después de 2.000 años, algunas de ellas todavía parecen novedosas y, sobre todo, eficaces.
Se dice que el amo de Epicteto, Epafrodites (que llegó a ser el secretario de Nerón), era tan cruel que le provocó cojera crónica a su esclavo. Epicteto, sereno, le decía mientras le torturaba la pierna: “me la vas a romper”.
Para Epicteto, filósofo era quien practicaba sus principios en su vida cotidiana. La teoría no bastaba. La mayoría de las escuelas filosóficas de la Antigüedad (epicúreos, cínicos, académicos, estoicos, megáricos, entre otros) se preocuparon por la felicidad humana. Por eso fueron también estilos de vida.
Epicteto no escribió una sola línea. Le concedieron la libertad antes del 93 d.C. y fundó su escuela en Nicópolis. Allí fueron ciudadanos destacados de Grecia y Roma para seguir sus enseñanzas. Lo que sabemos de su filosofía deriva de las anotaciones de uno de sus alumnos, Arriano de Nicomedia: el Enchiridion y las Disertaciones con Arriano.
Las ideas de Epicteto hay que tomarlas como el entrenamiento de un atleta. Cuanto más te ejercites en ellas, más podrían cambiarte la vida y mejorar tu salud.
1. Lo que depende de nosotros
Las ideas que manejamos (opiniones, deseos, rechazos) dependen de nosotros. Podemos elegirlas y son los bienes verdaderos. Por contra, la riqueza, la salud o el éxito, no dependen de nosotros y son bienes aparentes o indiferentes.
Para Epicteto, la mayoría se encadena a objetos externos que no pueden controlar y “nos vemos oprimidos y arrastrados por ellos”. “No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que pensamos sobre lo que nos sucede”. Es la idea clave de Epicteto para la salud emocional moderna. Nuestro sufrimiento depende de las ideas que manejamos. La psicología cognitiva defiende que entre un insulto y nuestro enfado no hay una relación directa. Hay un puente entre los dos hechos: el pensamiento. Por eso a Juan le puede enfadar que Pepe le insulte, pero a Edu le será indiferente.
Para Epicteto, el “albedrío” es nuestra capacidad de elegir en cada momento qué y cómo pensamos: la libertad pura. Nadie puede quitarte el razonamiento, ni siquiera los dioses. Si te conoces, serás feliz.
2. La queja es inútil
El mundo estoico es determinista. La Física estoica defiende que todo es consecuencia de un movimiento anterior. Quien se queja de sus circunstancias no ha comprendido el mundo ni su propia naturaleza. Sólo podemos cambiar nuestras ideas. El sabio conoce esa verdad y le corresponde adaptarse lo mejor que sepa a las circunstancias.
Es lo que se ha llamado la “ataraxia estoica”: ser imperturbable. La enfermedad, la fortuna, la muerte o el éxito son indiferentes para el sabio. La ataraxia deriva del control de las propias opiniones. Igual que para los budistas, el mundo es mental. Por eso es el mejor mundo posible.
Según cuenta el psicólogo Rafael Santandreu en El arte de no amargarse la vida, Stephen Hawking, un científico brillante con una enfermedad degenerativa al que tenían que alimentar y limpiar a diario, dijo algo parecido en una entrevista para La Vanguardia: que un buen día decidió no quejarse y la vida le fue mejor desde entonces.

3. La vida es un banquete
Epicteto compara su vida con un banquete. Él no dispone las mesas, ni cocina la carne, ni elige con quién se sienta. Pero elige cómo comportarse.
“Llega a ti algo que va pasando, extiende la mano y sírvete moderadamente. Si pasa de largo: no lo retengas. Si aún no viene: no exhibas tu deseo y espera que llegue”.
La metáfora la extiende a su vida familiar, a sus cargos públicos, a su riqueza. A Epicteto le basta con admirar el banquete y dar unos bocados. La vida es, en cualquier caso, un regalo inesperado.
4. No hay nada que perder
La filosofía estoica está llena de consuelos. Para Epicteto, el hombre se ha de comportar en la vida como el viajero. El viajero siempre está de paso: solo lleva lo que necesita y no le pertenecen las posadas donde duerme.
“La paz interior comienza cuando dejamos de decir ‘lo he perdido’ y en su lugar decimos ‘ha regresado al lugar de donde vino’, sugiere el filósofo. Es una idea alentadora que promueve el desapego. ¿Qué harías si perdieras tu móvil? Podrías entrenarte y pensar que ha vuelto al lugar de donde vino.
5. Los problemas de los demás son contagiosos
Imagina que un amigo te cuenta que su jefe le ha humillado en público y tú le demuestras con rabia que estás con él para apoyarle contra una injusticia como esa. Para Epicteto, esa actitud no demuestra amistad ni empatía. Además, te perjudica.
Epicteto propone recordarle a tu amigo que sufre por lo que opina sobre la humillación (que es injusta), no por la humillación en sí. El estoico avisa: solo puedes controlar tus propias opiniones, pero es imposible controlar las de los demás. Si no proteges tus pensamientos, te contagiarán.
6. Nadie obra mal a sabiendas
Es, quizás, la idea más optimista de los estoicos y deriva de su Física. Para los estoicos la maldad es fruto de la ignorancia.
Para Epicteto, la bondad humana va unida al conocimiento. Igual que “el caballo tiende a correr y el perro a olfatear”, los seres humanos tienden por naturaleza a saber y tienden asimismo a la bondad. La tarea del filósofo es enseñarles el uso correcto de las propias ideas. Encauzar su bondad
Si tienes problemas para perdonar a alguien, recuerda que para los estoicos esa persona actuó por ignorancia, no por maldad. “Si te ocupas de la razón”, dice Epicteto, “no tropezarás con trabas, ni te angustiarás, ni harás reproches, ni adularás a nadie”.
Todo, absolutamente, depende de ti. Incluso tu felicidad.
Fuente: ://www.codigonuevo.com