“Segunda parte de un extracto de“Cartas sobre el Yoga”, que recoge las respuestas que Sri Aurobindo fue dando, a lo largo de los años, a los numerosos discípulos que le escribían planteándole cuestiones, dudas, dificultades que encontraban en el camino del Yoga integral. (Aquí tienes la primera parte)
Una caída circunstancial de la consciencia es algo que sucede a todo el mundo. Las causas son diversas; alguna impresión procedente del exterior, algo que aún no ha cambiado o que no ha cambiado suficientemente en el vital, especialmente en el vital inferior; una inercia o una oscuridad surgiendo de las partes físicas de la naturaleza. Cuando te suceda eso, permanece tranquilo; ábrete a la Madre y pide el retorno de la verdadera condición; aspira a un discernimiento claro e impasible que te señale desde tu interior la causa de lo que ha de ser rectificado.
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Entre dos movimientos hay siempre pausas de preparación y de asimilación. No debes mirarlas con mal humor o impaciencia, como si fueran enojosas interrupciones de la sadhana. Por otro lado la fuerza asciende elevando una parte de la naturaleza a un plano superior y desciende después nuevamente a un estrato inferior para elevarlo de la misma manera; este movimiento ascendente y descendente es a menudo muy penoso porque la mente, que preferiría una ascensión vertical, y el vital que anhela una rápida realización, no pueden comprender ni seguir ese movimiento complicado si tienden a afligirse o a irritarse. Pero la transformación de la naturaleza entera no es cosa fácil de lograr y la Fuerza que ejecuta esta transformación sabe, mejor que nuestra mente ignorante o que nuestro impaciente vital, lo que se debe hacer.
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La ausencia de una voluntad central, siempre superior a las oleadas de fuerzas de la Prakriti, siempre en contacto con la Madre, imponiendo a la Naturaleza su aspiración y su objetivo central, es una dificultad muy seria en el yoga. Eso es debido a que no has aprendido todavía a vivir en tu ser central; a que has tenido la costumbre de dejarte llevar por cada ola de fuerza que irrumpía sobre ti, sin importarte su naturaleza, y a identificarte inmediatamente con esta ola. Es una de las cosas que debes eliminar; tienes que descubrir tu ser central, cuya base es el ser psíquico, y vivir en él.
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Por dura que sea la lucha es necesario luchar hasta el fin, aquí y ahora. La dificultad radica en que nunca has afrontado completamente el verdadero obstáculo y no lo has eliminado. En una parte fundamental de tu naturaleza hay una fuerte formación del ego individual que ha introducido en tu aspiración espiritual un elemento persistente de orgullo y de ambición espiritual. Esta formación nunca ha aceptado dejarse abatir para dar paso a alguna cosa más verdadera, más divina. Por esta razón, cada vez que la Madre ha puesto su fuerza en ti o que tú mismo has tirado de su fuerza, esta formación ha impedido siempre que la fuerza hiciera su obra a su manera.
Esa formación ha empezado a construir según las ideas de la mente o las exigencias del ego, tratando de hacer su propia creación «a su manera», por medio de su propia fuerza, su propia sadhana, su propio tapasya. No ha habido nunca en ti un verdadero sometimiento, una libre y simple entrega de ti en las manos de la Madre divina. Y, sin embargo, ése es el único modo de tener éxito en el yoga supramental. Ser un yogui, un sannyasi, un tapaswi, no es la meta aquí. La meta es la transformación, y la transformación solamente se puede lograr en virtud de una fuerza infinitamente más grande que la tuya; sólo se puede obtener abandonándose como un niño en las manos de la Madre divina.
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No hay razón para que abandones la esperanza de tener éxito en el yoga. La depresión que experimentas en estos momentos es una cosa temporal que, tarde o temprano, se abate incluso sobre los más fuertes sadhakas y que algunas veces se reproduce incluso repetidamente. Lo único que hay que hacer es resistir con la parte despierta del ser, rechazar todas las instigaciones adversas y esperar, abriéndote tanto como puedas al verdadero Poder, hasta que se acabe la crisis o el cambio del que esta depresión es una etapa. Las instigaciones que acuden a tu mente diciéndote que no tienes aptitud para el yoga y que debes volver a la vida ordinaria, son incitaciones de procedencia hostil. Hay que rechazar siempre las ideas de este género como invenciones de la naturaleza inferior que, aunque se presenten fundamentadas en apariencias que parecen convincentes para la mente ignorante, son falsas, porque exageran un movimiento pasajero y lo presentan como la verdad exacta y definitiva. Hay una sola verdad en ti a la que tienes que aferrarte tenazmente: la verdad de tus posibilidades divinas y la llamada que la Luz superior hace a tu naturaleza. Si te mantienes firmemente aferrado a esta verdad o vuelves a esta verdad invariablemente, si eres víctima de una momentánea vacilación, al final la verdad se justificará a pesar de todos los obstáculos, de todas las dificultades y de todos los pasos en falso. Todo lo que resiste, desaparecerá a la larga con el progresivo desarrollo de tu naturaleza espiritual. Lo que hay que hacer es convertir y someter la parte vital. Ésta debe aprender a no querer nada más que la verdad superior y a abandonar toda insistencia en la satisfacción de sus impulsos y deseos inferiores. Es esta adhesión del ser vital lo que aporta la plena satisfacción y la alegría de toda la naturaleza en la vida espiritual. Cuando hay esta adhesión, hasta el hecho de pensar en volver a la existencia ordinaria resulta imposible. Mientras tanto, la voluntad mental y la aspiración psíquica han de ser tu sostén: si insistes, el vital acabará por ceder, convertirse y someterse.
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La actitud que has adoptado es la buena. Es este sentimiento y esta actitud lo que te ayuda a sobreponerte tan rápidamente a los ataques que algunas veces irrumpen sobre ti y te apartan de la verdadera consciencia. Como tú dices, tomadas así, las dificultades se convierten en oportunidades. Cuando uno afronta la dificultad con el espíritu apropiado y la vence, se da cuenta de que ha desaparecido un obstáculo, de que ha dado un primer paso hacia delante.
Dudar y resistir en alguna parte del ser aumenta el desorden y las dificultades. Por eso en los antiguos yogas de la India, se declaraba indispensable una sumisión sin reservas y una obediencia sin discusiones a las directrices del guru. Se exigía, no por conveniencia del guru, sino por el bien del shishya.
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Una cosa es ver los movimientos y otra, completamente distinta, permitir que entren dentro de ti. Hay que experimentar muchas cosas, verlas y observarlas, ponerlas en el campo de la consciencia y conocer lo que son. Pero no hay ninguna razón para que les permitas entrar en ti y poseerte. Sólo el Divino o lo que viene del Divino ha de ser admitido.
Decir que cualquier luz es buena, es lo mismo que afirmar que cualquier agua es buena, o que cualquier agua clara y transparente es buena: no sería verdad. Hay que ver cuál es la naturaleza de la luz, de dónde procede, qué contiene, antes de poder afirmar que es la verdadera Luz. Existen falsas luces y resplandores engañosos y también luces inferiores que pertenecen a los estratos más bajos del ser. Es necesario pues estar en guardia y distinguir; el verdadero discernimiento aparecerá con el crecimiento del sentido psíquico, con la purificación de la mente y con la experiencia.
El grito que oíste no procedía del corazón físico, sino del centro emotivo. La ruptura del muro significaba la ruptura del obstáculo o de algún obstáculo situado entre tu ser interior y el exterior. La mayoría de la gente vive en su personalidad exterior ordinaria que es ignorante y no se abre fácilmente al Divino. Sin embargo, hay en ellos un ser interior que no conocen y que puede fácilmente abrirse a la Verdad y a la Luz. Pero un muro les separa de él, un muro de oscuridad y de inconsciencia. Cuando este muro se derrumba, se produce una liberación; la calma, el ananda, la alegría que experimentaste inmediatamente después provenían de esa liberación. El grito que oíste era el grito de tu ser vital sorprendido por el carácter repentino de la ruptura y de la apertura.
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La consciencia está generalmente aprisionada en el cuerpo, centralizada en los centros del cerebro, del corazón y del ombligo (mental, emotivo y sensorial). Cuando sientes que la consciencia o alguna parte de la consciencia se eleva y se fija encima de la cabeza, es que tiene lugar su liberación de la fórmula corporal en la que se hallaba aprisionada. Es tu parte mental la que se eleva hasta allí, establece contacto con algo superior a la mente ordinaria y, desde allí, aplica la voluntad mental superior para la transformación del resto. Los temblores y el calor son consecuencia de la resistencia y de la falta de costumbre del cuerpo y del vital a esta demanda y a esta liberación. Cuando la consciencia mental puede establecerse así, en lo alto, de manera permanente o a voluntad, esta primera liberación alcanza su perfección (siddha). Desde allí, el ser mental puede abrirse libremente a los planos superiores o a la existencia cósmica y a sus fuerzas, y puede actuar con mayor libertad y poder sobre la naturaleza inferior.
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La Manifestación divina procede a través de la calma y la armonía, no por medio de conmociones catastróficas que son, por el contrario, el signo de un conflicto entre fuerzas vitales contrapuestas o, en todo caso, de un conflicto en el plano inferior.
Piensas demasiado en las fuerzas adversas. Esa clase de preocupación ocasiona muchos tormentos inútiles. Fija tu mente en el lado positivo. Ábrete al poder de la Madre; concéntrate en su protección; pide la luz, la calma, la paz, la pureza y la expansión en la consciencia y en el conocimiento divinos.
La idea de estar sometido a una prueba tampoco es una idea sana y no hay que llevarla demasiado lejos. No es el Divino el que inflige las pruebas, sino las fuerzas de los planos inferiores -mental, vital, físico-, y el Divino las tolera porque forman parte de la educación del alma y la ayudan a conocerse a sí misma, a conocer sus poderes y las limitaciones que debe superar. Lo que hace la Madre no es ponerte a prueba a cada instante, sino ayudarte constantemente a elevarte por encima de la necesidad de las pruebas y de las dificultades, necesidad que pertenece a la consciencia inferior. Tener constantemente consciencia de esa ayuda será tu mejor defensa contra todos los ataques, tanto si proceden de las fuerzas adversas como de tu propia naturaleza inferior.
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Las fuerzas hostiles llenen una cierta función que ellas mismas se han asignado: la de someter a prueba la condición del individuo, del trabajo, de la Tierra misma, y de su estado de madurez para el descenso y la realización espiritual. A cada paso del camino están allí atacando furiosamente, criticando, sugiriendo, imponiendo el desaliento o incitando a la rebelión, fomentando el escepticismo y acumulando dificultades. Ciertamente interpretan de manera muy exagerada los derechos que tienen en virtud de su función, y hacen una montaña de un grano de arena. Al menor tropiezo o por una falta insignificante, aparecen y plantan una barrera como el Himalaya en medio del camino. Pero esta oposición ha sido siempre permitida, no sólo como un examen o una prueba, sino para obligamos a buscar una fuerza más grande, un conocimiento de sí más perfecto, una pureza y una fuerza de aspiración más intensas, una fe indestructible y un descenso más poderoso de la Gracia divina.
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El Poder no desciende con la intención de excitar las fuerzas inferiores, pero como consecuencia de la manera en que debe actuar actualmente, esta activación tiene lugar como reacción contra su acción. Lo que hay que hacer es establecer como fundamento de toda la naturaleza una consciencia sosegada y vasta; así, cuando la naturaleza inferior aparezca, no será como un ataque o un conflicto, sino como una oportunidad para que el Señor de las fuerzas vea los defectos del mecanismo actual y haga progresivamente lo necesario para ajustarlo y cambiarlo.
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Las fuerzas de la ignorancia primero asedian desde el exterior, después hacen un ataque en masa para subyugar y capturar. Cada vez que se vence y se rechaza un ataque de tal naturaleza se produce una purificación en el ser, se gana un nuevo campo para la Madre, en la mente, en el vital, en el físico, o en las partes adyacentes de la naturaleza. La prueba de que el espacio que ocupa la Madre en el vital aumenta, se manifiesta en el hecho de que ahora opones una resistencia más grande a estos asedios que antes te dominaban por completo.
Ser capaz de invocar la presencia o la fuerza de la Madre en tales momentos es la mejor manera de afrontar la dificultad.
Es con la Madre, que está siempre a tu lado y en ti, con quien conversas. Lo importante es entender correctamente, de modo que ninguna otra voz pueda imitar la suya o inmiscuirse entre ella y tú.
Tu mente y tu ser psíquico están concentrados en el objetivo espiritual y abiertos al Divino; por esto la fuerza desciende sobre la cabeza y va hasta el corazón; no va más allá porque el ser vital y la consciencia física están bajo la influencia de la naturaleza inferior. Hasta tanto que el ser vital y el ser físico no se sometan y no reclamen por sí mismos la vida superior, el conflicto continuará probablemente.
Que todo en ti se someta. Rechaza cualquier otro deseo o interés, pide a la divina shakti que abra la naturaleza vital y haga descender la calma, la paz, la luz y el ananda en todos los centros. Aspira y espera con fe y paciencia el resultado. Todo depende de una sinceridad completa y de una consagración y una aspiración integrales.
El mundo te atormentará en tanto alguna parte de ti le pertenezca. Sólo cuando pertenezcas enteramente al Divino podrás ser libre.
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Quien no tenga el valor de afrontar, con paciencia y firmeza, la vida y sus dificultades, no será nunca capaz de superar las aún más grandes dificultades interiores de la sadhana. La primera lección de nuestro yoga es la de afrontar la vida y sus pruebas con una mente sosegada, una firme valentía y una absoluta confianza en la divina shakti.
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El suicidio es una solución absurda. Esa persona se equivoca completamente pensando que de esta manera conseguirá la paz; sólo conseguirá llevar sus dificultades al más allá, a unas condiciones de vida más lamentables, y traerlas de nuevo consigo en otra vida sobre la Tierra. El único remedio es desembarazarse de estas ideas morbosas y afrontar la existencia con una clara voluntad de ejecutar una tarea determinada que constituya su objetivo en la vida, con tranquila y activa intrepidez.
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La sadhana debe hacerse en el cuerpo; no puede hacerla el alma desencarnada. Cuando el cuerpo muere, el alma va errando por otros mundos y finalmente retorna a otra vida en otro cuerpo. Y en la nueva vida, vuelve a hallar todas las dificultades pendientes de de resolución. ¿Por qué, pues, abandonar el cuerpo?
Además si se prescinde del cuerpo voluntariamente, se sufre mucho en los otros mundos, y cuando uno nace de nuevo, lo hace en peores, no en mejores condiciones.
La única manera sensata de proceder es afrontar las dificultades en esta vida y en este cuerpo y conquistarlas.
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El objetivo del yoga es siempre difícil de alcanzar, pero el nuestro es todavía más difícil que el de cualquier otro; está hecho solamente para quienes tengan vocación y aptitud, estén resueltos a afrontarlo todo y correr cualquier riesgo, hasta el del mismo fracaso, y tengan la voluntad de progresar hacia una completa ausencia de egoísmo y de deseo y hacia una consagración total.
No permitas que nada ni nadie se interponga entre tú y la fuerza de la Madre. El éxito depende de la aceptación de esta fuerza, de la capacidad para conservarla y de la respuesta a la verdadera inspiración, no de las ideas que la mente pueda concebir. Incluso las ideas y los proyectos que de otra manera podrían ser útiles, fracasarán si detrás de éstos no hay el verdadero espíritu y la fuerza y la influencia verdaderas.
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La dificultad debe de proceder de una falta de confianza y de obediencia. Porque la desconfianza y la desobediencia son como la mentira (son una falsedad fundada en ideas e impulsos falsos), dificultan la acción del Poder, impiden que sea percibido o que actúe plenamente y disminuyen la fuerza de la Protección.
Es menester que adoptes la verdadera actitud, no solamente en la concentración interior, sino también en la acción y en los movimientos exteriores. Si obras así y lo pones todo bajo la dirección de la Madre, notarás que las dificultades empiezan a disminuir o que se superan mucho más fácilmente y que todo se simplifica definitivamente.
En el trabajo y en la acción exterior tienes que proceder del mismo modo que en la concentración interior. Ábrete a la Madre, ponlo todo bajo su dirección, invoca la paz, el poder que sostiene, la protección y, a fin de que puedan trabajar, rechaza todas las malas influencias que pudieran intervenir creando movimientos falsos, negligentes o inconscientes.
Sigue este principio y todo tu ser se unificará, bajo una dirección única, en la paz, la luz y el poder que protege.
Cuando yo hablaba de ser fiel a la luz del alma y a la llamada divina, no me refería a ninguna cosa del pasado ni a ninguna falta de tu parte. Afirmaba simplemente la gran necesidad, en todas las crisis y en todos los ataques, de no hacer caso de ninguna incitación, de ningún impulso, de ningún señuelo y de oponerles la llamada de la Verdad, el signo imperativo de la Luz. En todas las dudas y en todas las depresiones, decir: «Pertenezco al Divino, no puedo fracasar A todas las instigaciones de impureza y de incapacidad, responder: «Soy un hijo de la inmortalidad, escogido por el Divino; sólo debo ser fiel a mí mismo y a Él; la victoria es segura; aunque cayera, me levantaría de nuevo». A todos los impulsos de partir y de servir a un ideal mas pequeño, replicar: «Este es el más grande, ésta es la única Verdad que puede satisfacer mi alma; soportaré todas las pruebas y todas las tribulaciones hasta llegar al final del viaje divino». Esto es lo que entiendo por fidelidad a la luz y a la llamada.
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