Pilar Ínigo Gías.
Directora de la Formación de profesores de Yoga y Yogaterapia. Zaragoza.

En los últimos años estamos viviendo un periodo de crisis global en nuestra sociedad, que también afecta a la educación. Existe un alto porcentaje de educadores con niveles altos de ansiedad, depresión, aumento del nivel de violencia y agresividad en los niños, dificultades en el aprendizaje y pérdida de valores. Toda crisis es una oportunidad para modificar la realidad, y la Escuela es, junto con el primer hogar, el principal núcleo donde se gestan y nacen los cambios.
Desde hace unos años, se está haciendo un gran esfuerzo en educación con proyectos innovadores para avanzar en la llamada educación/inteligencia emocional, que en resumen se trata de: aprender a ser y a aprender a convivir; conocer el propio mundo emocional para poder establecerse en valores. El yoga, la psicología transpersona y todas las corrientes orientales y occidentales de trabajo interior están aportando mucho en esta línea.
En España se están desarrollando programas pedagógicos innovadores, aplicando la meditación, el yoga, la psicología positiva, mindfulness, etc., tanto en el ámbito de la educación como en el de la salud integral.
Si bien toda la comunidad esta implicada en el proceso de “educar”, los profesores son piezas clave, en especial al recuperar la figura tan olvidada del maestro, con todo lo que entraña. En palabras del Dalai Lama sobre la educación:
“La profesión más importante es la del educador. El profesor tiene que ser un mentor, un guía. Toda persona tiene la responsabilidad de pensar en el futuro del ser humano y utilizar la fuerza del amor en conservar nuestra parte buena de la naturaleza humana, la bondad”.
En esta línea, distintas universidades están desarrollando proyectos que analizan los tipos de intervenciones que se pueden diseñar para aumentar la cooperación, la compasión y el altruismo. Sirva este ejemplo:
“Con dos semanas de entrenamiento del cerebro con técnicas de meditación, practicando 30 minutos al día, se pueden detectar cambios en la actitud altruista o la compasión de jóvenes y adultos (Dr. Davidson. Universidad Wisconsin).
E. Punset cita como conocimientos indispensables para el s. XXI los siguientes:
1. Focalizar la atención, aprender a concentrarse. (Entrenamiento mental).
2. Aprender a mejorar la interacción social y regular las emociones.
3. Acostumbrarse a expresar respetuosamente los sentimientos, abriendo posibilidades a la creatividad.
4. Aprender a resolver conflictos.
5. Consolidar políticas y decisiones basadas en el consenso y la reflexión colectiva.
A su vez, en el programa “Aulas felices” de psicología positiva aplicada a la educación, se habla de atención plena, desarrollo de fortalezas personales, apertura, creatividad, amor por el aprendizaje, coraje, justicia, moderación, trascendencia, espiritualidad.
Se consideran indicadores de madurez psicológica:
1.- Empatía. Podemos vibrar emocionalmente con otra persona, siendo dueños de nuestro propio mundo emocional, sin bloqueos y sin límites.
2.- Creatividad. Implica eliminar la necesidad de repetir siempre lo mismo, a través de la capacidad de estar abierto.
3.- Humor. Capacidad de disfrutar y desarrollar el sentido del humor, sin rigidez, sarcasmo o ironía.
4.- Amabilidad con uno mismo y con los demás.
Pero no sólo el yoga y la psicología nos instruyen. Dice un proverbio árabe: “Quién no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación”. Empatizar requiere presencia, relajación, atención, concentración, armonía y sobretodo comprensión amorosa. Sobre la amabilidad, el maestro Thich Nhat Hanh nos enseñaba que “una sonrisa afirma nuestra conciencia y determinación de vivir en paz y alegría. El origen de una sonrisa auténtica es una mente despierta”.
Todos estos conceptos nos son muy familiares a los practicantes de yoga, simplemente yendo a las fuentes, Yoga Sutras y Bhagavad Gita; en sus enseñanzas sobre las tres vías principales (Jnana, Karma y Bhakti) encontramos respuestas y propuestas para avanzar en esta línea.
Aplicación en la práctica educativa
La aplicación del yoga y de la psicología a la práctica educativa, en la educación emocional: ser y convivir supone no tanto instruir a los niñ@s en estas disciplinas, sino en que los propios educadores adquieran un compromiso con su propio conocimiento interior. Aprendiendo a reconocer y nombrar su propio mundo emocional, para conectar, transmitir y hacer fluir los valores. La empatía, que surgirá al conocer y asumir el propio mundo emocional, juega un papel relevante en el proceso de enseñaza/aprendizaje, ya que la energía se contagia. Científicamente se ha comprobado la existencia del denominado “contagio emocional” o resonancia límbica.
El yoga en sí mismo ofrece estrategias cognitivas, vivencia ética, entrenamiento mental y un conjunto de prácticas psico-físicas que favorecen ese conocimiento interior.
“La clave de la educación no es enseñar, sino despertar“.
Ernest Renan

Compromiso con el propio conocimiento interior:
Cultivar la atención y la desidentificación.
“Te advierto, quién quiera que fueres,
Oh Tú que deseas sondear los Arcanos de la Naturaleza,
Que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera.
Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretender encontrar otras excelencias?
En ti se halla oculto el Tesoro de los tesoros.
¡Oh hombre¡ conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses”.
Inscripción en el Templo de Delfos, Grecia.
Para desarrollar este compromiso con el propio autoconocimiento es prioritario en primer lugar cultivar una facultad que nuestra mente posee, la atención. Y en el tema que nos ocupa, la atención focalizada hacia nuestro propio mundo emocional que en muchas ocasiones nos desborda.
Cultivar la atención con una nueva forma de mirar, con aceptación, en presente, con apertura constante, sin juicios sobre lo observado, percibido y sentido.
Y cultivar la desidentificación de todo lo manifestado, sensaciones, pensamientos, emociones. Además de las enseñanzas que el Yoga nos ofrece tanto a través de los Sutras de Patanjali y la Bhagavad Gita, desde la psicología transpersonal, el monje y psicólogo Jack Kornfield nos propone el siguiente esquema nemotécnico:
RAIN:
Reconocer: Consciencia. Darse cuenta.
Aceptar lo sentido con amabilidad. No rechazo de nada.
Investigar, permitiendo, comprendiendo e integrando,
No identificación: Conciencia testigo.
Emociones de fondo y reacciones ante ellas en el yoga de Patanjali
Existen tres tipos de sensaciones: agradables, desagradables y neutras; éstas últimas producto de la ignorancia (alexitimia emocional). Todas ellas generan una reacción. Las sensaciones de bienestar, calma o placer general generan apego, deseo; por el contrario, las sensaciones de malestar, tensión o dolor generan rechazo, aversión.
El yoga de Patanjali nos ofrece una forma de trabajar las emociones, no desde la reacción automática sino desde la acción/no acción serena y consciente. Desde el desarrollo de una actitud de impecabilidad en Yama y Niyama; la atención al cuerpo, el mayor depositario de nuestro inconsciente, en Asana; la regulación de nuestra mente, de los pensamientos, a través de Pranayama; desde la interiorización en Pratyahara, observando el propio mundo interno con la mente enfocada en Dharana; cultivando la atención sin reacción ante el apego al placer (raga) y el rechazo al dolor (dvesa), y desidentificándonos de todo lo sentido (vairagya), con actitud ecuánime, permitiendo simplemente que se manifieste, incluso lo que duele, desde la aceptación, la confianza y la entrega (Ishvara pranidhana).

Explorar el propio mundo emocional en asana
El cuerpo es el mayor depositario del inconsciente, en él está grabada toda nuestra historia personal. Aprender a escucharlo nos acerca al descubrimiento de lo que realmente somos. En este sentido, el Dr. Miguel Fraile hablaba de “trabajar con el cuerpo, para obtener una toma de conciencia ampliada del mismo cuando se encuentra inmovilizado en distintas asanas; es decir, manejar espacialmente el inconsciente para que la mente consciente pueda sentir aspectos del mismo desconocidos hasta entonces, asumirlos e integrarlos”.
Observar el funcionamiento psíquico interno a través de la conciencia corporal en asana nos ofrece una gama de matices: de la debilidad a la fortaleza, de la impotencia a la determinación, de la pereza a la voluntad, de la prepotencia a la humildad, del miedo a la confianza, de la confianza al amor. Además, crea un marco para potenciar actitudes psíquicas de forma que el asana surja de dentro hacia afuera, desde el planteamiento de la sombra inconsciente de C. Jung, haciendo visible lo que esta oculto. Así, la práctica de asanas nos va a permitir explorar todo el potencial que somos. Desde la fortaleza, la apertura, el equilibrio, la presencia, la empatía, la amabilidad, a la entrega.
Fortaleza: enraizarse en la fuerza del anhelo de ser feliz
Conectar con la propia fuerza que surge del anhelo de Ser. Fortaleza, fuerza interior, voluntad, capacidad de sostener serenamente todo lo que surge en la práctica y en la vida, enfocándonos en la acción consciente, serena y generosa; dejándonos guiar por el anhelo innato de ser felices.
Abrirse, sentirse dispuesto a amar y disponible para ser amado.
A través de su propio lenguaje, nuestro cuerpo muestra si tenemos nuestra casa abierta o cerrada. La posición de nuestro pecho, de la caja torácica, del espacio que alberga nuestro corazón, nos dará la respuesta.
Conectar con el amor, la comprensión y la compasión, un corazón compasivo que acepta y ama, comenzando con nosotros mismos. No podemos trasmitir lo que no hayamos sentido y no se puede sanar lo que no se puede sentir.
Explorar el equilibrio desde la relajación y la confianza, manejándonos en la polaridad, en la dualidad, en los opuestos. Todo lo manifestado tiene su opuesto: el día y la noche, la luz y la oscuridad, lo femenino y lo masculino, el amor y el odio, el deseo y el rechazo, la razón y la intuición, derecho e izquierdo, ida y pingala…
Todo ello para instalarnos en la actitud de estar presente, más allá de la mente que deambula. Atención plena desde la mente del principiante como si fuera la primera vez que nos “damos cuenta”, sabiendo que el tiempo pasa como una flecha y que lo importante es vivir el momento presente, que en el momento de la muerte podamos sentir que hemos vivido.
Y en ese continuo presente, saber descubrir al yo en todos sus movimientos sensoriales, emocionales, mentales, pudiendo reconocer lo sentido como paso previo a desidentificarnos; de alguna manera fortalecer al yo para trascenderlo; asumiendo la soledad, nacemos solos y morimos solos; aceptando la impermanencia, más allá del apego y el rechazo; sin lucha, permitiendo, dándonos cuenta, aceptando y soltando.