El amor sufí se refleja con los siglos en la brillante poesía provenzal, madre de la catalana; en toda la espléndida mística castellana desde San Juan de la Cruz hasta Santa Teresa, quien vivía sin vivir en ella del mismo modo que el poeta sufí está “entre mí y yo mismo, separado de mí por mí mismo”; o que Romeo y Julieta, quienes, como los amantes del ‘Quai Lala’, viven amores que si no mueren matan, porque sólo el amor vence a la muerte y –¿no les suena?– libera nuestra alma de la prisión del cuerpo, para unirse con la conciencia universal de la que se separó cuando nacimos.

-“Llamé a la puerta. Y me preguntaron: quién es. Contesté: soy yo. La puerta no se abrió. Llamé a la puerta. Y me preguntaron: quién es. Contesté: soy yo. Y la puerta no se abrió. Llamé a la puerta. Y me preguntaron: quién es. Y contesté: soy tú. Y la puerta se abrió”.

¿Se trata de no ser egoísta?

Mucho más. La poesía sufí es una vía milenaria de autoconocimiento y de comunión con la conciencia universal: si te liberas del egoísmo del yo y de sus miserias y bajezas, podrás llegar a formar parte de ella.

¿Cómo se consigue?

Recorriendo el tariqa, el camino.

Un iter perfectionis.

Un camino de perfección, sí, pero no es el mismo para todos: “Los tariqa son tantos como las almas de las personas”, aunque no es meramente subjetivo como sucede en la mística occidental. Es una vía tanto de autoconocimiento como de iluminación y no sólo el cumplimiento de preceptos morales.

No es un catecismo.

No es norma, es vivencia. Es una disciplina cotidiana en la que sigues a un maestro que te lleva al arrepentimiento, la abstinencia, la renunciación, la pobreza, la paciencia, la confianza en Dios y la satisfacción.

Eso debe de requerir constancia.

Nuestra comunidad en Fez agrupa a creyentes musulmanes de todos los oficios que se reúnen cada día para avanzar en el tariqa. La vía de la iluminación ya no depende de ellos, sino que es una vivencia íntima y otorgada a cada creyente por Dios: meditación. acercamiento a Dios, amor, esperanza, aspiración, intimidad, serenidad, contemplación y certidumbre.

Parece complicado.

Al llegar al final, el sufí se habrá elevado a la gnosis, un estado superior de conciencia.

Supongo que es como nuestra beatitud.

La poesía, la danza y la meditación forman parte de esta vía. Esto convierte a la tradición sufí en una formidable herencia cultural que está en el origen de las poesías orientales y también occidentales.

¿Y la danza de los derviches giróvagos?

Es parte de la tradición sufí. Nosotros también la practicamos: en el giro, el dedo índice de la mano izquierda apunta hacia la Tierra y el de la mano derecha hacia el Cielo: en el trance entre ambos, el alma, simbolizada por los vestidos blancos, abandonará la cárcel de su cuerpo y se unirá a Dios.

Una especie de mareo…

Una embriaguez del alma. La janara…

¡Hombre! ¡La jarana!

Compartimos muchas palabras y tradiciones, pero la mística sufí no se refiere al alcohol sino a una euforia íntima y espiritual que te alcanza porque tu alma, como un pájaro que escapa de la cárcel del cuerpo, se libera de su ego y recupera la unidad con Dios. Tu alma era ese pájaro enjaulado que sentía nostalgia de cuando también él era la totalidad.

Una tradición neoplatónica,

Y muy ibérica. Recuerde que el gran maestro sufí es Ibn Arabi, nacido en Murcia y apodado el Hijo de Platón. “El amor –sentenció– es mi religión y mi fe”. En el siglo XII negó la existencia del infierno y afirmó que el paraíso, esa conciencia universal, acogería por igual a todas las criaturas sin distinción.

Generoso amor platónico: amor sufí.

El otro gran filósofo y poeta sufí, porque para nosotros poesía y sabiduría es lo mismo, es el persa Rumi, quien versifica con acierto en sus dísticos: “Amar es alcanzar a Dios. / Nunca el que ama de verdad / sentirá miedo o pena. / Nunca podrá su amor ser enterrado. / Amar es alcanzar a Dios”.

Sólo el amor vence a la muerte, como en Romeo y Julieta.

El Qays Lala de Rumi es un Romeo y Julieta, pero ¡es que el amor lo traen a Europa los poetas sufíes, que serán imitados por los trovadores! Antes de la mística sufí no había amor sino sólo contratos matrimoniales.

Y estaban nuestros diwanes andalusíes.

En la tradición sufí de raíz neoplatónica, el amor permite superar la razón y llegar a un nivel de conciencia superior para alcanzar la unidad con el ser universal.

Por decir eso persiguieron a San Juan de la Cruz.

…Quien había bebido sin duda de fuentes sufíes. Y también en el mundo islámico crucificaron por herejes a los sufíes que no supieron ser discretos: “El pecho de los hombres libres es la tumba de sus secretos”. Es una sentencia sufí que advierte de los peligros para quienes revelan sus goces espirituales.

¿Tan íntimos y secretos son?

Son una vivencia inolvidable que nace del conocimiento íntimo de tu propio espíritu. Si el creyente conoce –y ese conocimiento va más allá de la mera razón– el significado de “el color del agua es el color de su recipiente”, sabrá reconocer a Dios en cada objeto de su fe.

¿Hoy ustedes los sufís tienen enemigos?

El sufismo no es popular entre los integristas islamistas, que lo consideran una desviación alienante de los objetivos políticos y de combate y martirio que marca para ellos su lectura del islam, por otra parte banal.

No veo que le preocupe.

Lo que no es diálogo hoy será conflicto mañana. Este mundo nuestro cada vez más abierto y cada vez más cerrado nos brinda la oportunidad de comulgar a todos los hombres que buscamos el autoconocimiento y la hermandad universal. Combatiremos su odio con nuestro amor.

 

Fuente: https://4grandesverdades.wordpress.com

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