Escritor y psicólogo norteamericano, James Redfield trabajó durante más de una década en el cuidado de adolescentes que habían sufrido algún tipo de maltrato. Es autor entre otros libros de “Las nueve revelaciones”, una síntesis de psicología y religiones orientales que ha sido traducido a 34 idiomas y del que se han vendido más de 20 millones de ejemplares en todo el mundo.
El Universo Sensible
En estas últimas décadas, los investigadores en el área de la psicología empezaron a estudiar seriamente el efecto de nuestras intenciones en el universo físico. Algunos de los primeros hallazgos en este sentido se produjeron en el área del biofeedback. A través de cientos de estudios se ha demostrado que podemos influir sobre muchas de nuestras funciones corporales que antiguamente se consideraban por entero controladas por el sistema nervioso autónomo, entre ellas el pulso cardíaco, la presión sanguínea, el sistema inmune y las ondas cerebrales. Casi todos los procesos que podemos monitorear revelaron alguna susceptibilidad a nuestra voluntad.
No obstante, investigaciones recientes han demostrado que nuestra conexión e influencia van mucho más lejos. Nuestras intenciones también pueden afectar los cuerpos de otros, sus mentes y la forma de los hechos en el mundo. La nueva física reveló que estamos conectados de una manera que trasciende los límites espacio-temporales. El teorema de Bell parece aplicarse tanto a nuestros pensamientos como al funcionamiento de las partículas elementales.
Nadie ha contribuido más a la popularización de esta nueva comprensión como el doctor Larry Dossey, que escribió una serie de libros referidos a los poderes de la intención y la oración. Analizando investigaciones pasadas y presentes desde F W H. Myers a Lawrence LeShan, de J. B. Rhine al Laboratorio de Ingeniería de Investigación de Anomalías de Princeton, Dossey presentó un interesante resumen de pruebas de que podemos atravesar el espacio y a veces el tiempo para ejercer un efecto en el mundo.
En un estudio particular mencionado en su libro Recovering the Soul, Dossey describe a un grupo de sujetos reunidos para evaluar su capacidad para recibir información desde grandes distancias. Cuando se les pidió que identificaran un naipe extraído al azar por un sujeto en otro lugar, los otros sujetos, a cientos de kilómetros, no sólo podían reconocer la carta en proporciones superiores a la pura casualidad sino que muchas veces recibían la información antes incluso de que el naipe fuera extraído.
En otros estudios pensados para evaluar más a fondo esta capacidad, los sujetos pudieron identificar un grupo de números producidos por un generador de números al azar antes de que ellos fueran producidos. Las derivaciones de este y otros estudios similares son de extrema importancia porque aportan pruebas que confirman capacidades que muchos de nosotros hemos experimentado reiteradas veces. No sólo estamos conectados telepáticamente unos con otros, sino que también tenemos una capacidad precognitiva; somos capaces, en apariencia, de captar imágenes o corazonadas sobre hechos futuros, en especial si afectan nuestra vida y nuestro crecimiento.
Sin embargo, nuestras capacidades llegan aún más lejos. No sólo podemos recibir información sobre el mundo con nuestra mente, sino que también podemos afectar al mundo mentalmente. Dossey cita un estudio especial, hoy en día muy conocido, que realizó en el Hospital General de San Francisco el doctor Randolph Byrd. En este estudio, un grupo de pacientes cardíacos tenía un equipo de voluntarios que rezaba por ellos y un grupo de pacientes de control no recibía ninguna oración. Dossey señala que los pacientes del grupo que tenían quien rezara por ellos necesitaron cinco veces menos antibióticos y desarrollaron tres veces menos líquido en los pulmones que el grupo de control. Además, ninguno de los del grupo por el cual habían rezado necesitó respirador artificial, en tanto que doce integrantes del grupo de control sí.
Otros estudios citados por Dossey demostraron que el poder de la oración y la intención funciona igualmente bien con los vegetales (aumentando el número de semillas que brotan), las bacterias (aumentando las tasas de crecimiento), y los objetos inanimados (afectando las figuras que forman algunas pelotas livianas cuando caen).
Un grupo de estudios reveló algo más que es en extremo interesante. Si bien nuestra capacidad para incidir sobre el mundo funciona en ambos casos, la intención no directiva (o sea, la idea de que “lo mejor” ocurre cuando no introducimos nuestra opinión) funciona mejor que la intención directiva (la idea de que debe producirse un desenlace específico). Esto parece indicar que hay un principio o ley incorporado en nuestra conectividad con el resto del universo que mantiene contenido nuestro ego.
Los estudios que cita Dossey también indican que debemos tener cierto conocimiento personal del sujeto de nuestra oración y que la intención general que deriva de un sentido de conexión con lo divino o con nuestro yo superior en apariencia funciona mejor. Además, los experimentos parecen confirmar que nuestras intenciones tienen efecto acumulativo. En otras palabras, los sujetos por los cuales se reza más tiempo obtienen mayores beneficios que aquellos por los que se reza menos.
Y algo muy importante: Dossey cita estudios según los cuáles nuestros supuestos generales actúan en el mundo igual que nuestras intenciones u oraciones más conscientes. El famoso experimento de la Oak School ilustra este punto. En este estudio, se dijo a los profesores que cierto grupo de alumnos, identificados por evaluaciones, podían lograr los mayores progresos durante el año lectivo. En realidad, a los profesores se les daba una lista de alumnos elegidos al azar. A fin de año estos alumnos de hecho mostraron mejoras significativas no sólo en su rendimiento (que podría explicarse por la atención suplementaria dedicada por los profesores) sino también en los tests de cociente intelectual pensados para evaluar exclusivamente su capacidad innata. En otras palabras, los supuestos de los profesores sobre sus estudiantes modificaron su potencial real para aprender.
Por desgracia, este efecto funciona al parecer también en sentido negativo. En su reciente libro Be Careful What You Pray For, You Just Might Get It, Dossey menciona estudios en los que aparece que nuestros supuestos inconscientes pueden lastimar a otros. Un ejemplo importante de ello ocurre cuando rezamos por alguien para que cambie de opinión o para que deje de hacer lo que está haciendo antes de investigar con cuidado si su postura es correcta. Lo mismo pasa cuando tenemos pensamientos negativos sobre la forma en que otra persona actúa o cómo es. Muchas veces son opiniones que nunca deberíamos manifestarle a nadie directamente, pero como todos estamos conectados, estos pensamientos actúan como dagas que influyen en los conceptos de una persona acerca de sí misma y hasta es probable que en su comportamiento real.
Esto significa, por supuesto, que con nuestros pensamientos inconscientes también podemos influir de manera negativa en la realidad de nuestras situaciones personales. Cuando pensamos negativamente sobre nuestras capacidades personales, nuestro aspecto o nuestras perspectivas en el futuro, estos pensamientos influyen de una manera muy real en cómo nos sentimos y qué nos sucede.
Vivir la Nueva Realidad
Aquí vemos, pues, el panorama más amplio que ofrece la nueva ciencia. Ahora, al salir a nuestro jardín o cuando caminamos por un parque admirando el paisaje un día de sol radiante, debemos ver un mundo nuevo. Ya no podemos pensar que el universo en el que vivimos se expande en todas las direcciones hasta el infinito. Sabemos que el universo es físicamente interminable pero curvado de una manera que lo hace limitado y finito. Vivimos dentro de una burbuja de espacio/tiempo y, como el físico hiperespacial, intuimos otras dimensiones. Y cuando miramos alrededor las formas dentro de este universo, ya no podemos ver materia sólida sino energía. Todo, incluidos nosotros, no es nada más que un campo de energía, de luz, y todas las cosas interactúan e influyen unas sobre otras.
En realidad, la mayoría de estas descripciones de la nueva realidad ya fueron confirmadas por nuestra experiencia. Todos tenemos momentos, por ejemplo, en los que podemos percibir que otros captaron nuestros pensamientos u oportunidades en las que sabemos lo que otros sienten o están a punto de decir. Asimismo, hay veces en que sabemos que algo está por ocurrir o que puede ocurrir potencialmente, y estas premoniciones son seguidas a menudo por corazonadas que nos dicen adónde debemos ir o qué debemos hacer para estar exactamente en el lugar indicado en el momento justo. Y lo que es más significativo, sabemos que nuestra actitud y nuestra intención respecto de los demás es sumamente importante. Cuando pensamos en forma positiva, animándonos a nosotros y a los demás, empiezan a producirse hechos increíbles.
Nuestro desafío es llevar esto a la práctica cotidiana, integrarlo a nuestra vida de todos los días. Vivimos en un universo de energía dinámica, inteligente y sensible, en el que las expectativas y los supuestos de los demás se irradian hacia fuera para influir en nosotros.
Por lo tanto, la siguiente etapa en nuestro viaje para vivir la nueva conciencia espiritual es ver el mundo humano de energía, expectativa y drama tal como es, y aprender a negociar este mundo de una manera más efectiva.
Ref.: La Nueva Visión Espiritual, Ed. Atlántida