Por Pablo Azón Garcés
Los monjes tibetanos son capaces de materializar de la nada entidades independientes con conciencia propia, a las que llaman tulpas.
Uno de nuestros mayores miedos es encontrarnos cara a cara con un ser fantasmal idéntico a nosotros. Así lo refleja la tradición germana con el Doppelgänger, el doble. Escritores como Guy de Maupassant o Percy Shelley confesaron haber recibido la visita de su doble. Y a otros, como Lord Byron, fue su doble quien se apareció ante numerosos testigos en Inglaterra mientras él se hallaba en Grecia. Cuando el gran poeta romántico fue informado, acertó a decir: “Espero que al menos se comportara como un caballero”. Los primeros casos pueden responder a síntomas de esquizofrenia. Con los segundos podemos hablar ya de bilocación. Un caso sorprendente fue el de la joven profesora Emilie Sagée cuando daba clase en Letonia a mediados del siglo XIX. Sus alumnas vieron continuamente a su doble en la escuela, incluso a las dos a la vez en la misma aula, y hasta superaron la barrera del miedo y tocaron al doble, pero tras constatar que ese cuerpo no era del todo etéreo, se desvaneció delante de sus narices.
El misticismo católico nos ha dado muchos ejemplos de bilocación: San Francisco de Asís, San Martín de Porres, el Padre Pío. Pero si hay un caso único, ese es el de Sor María de Ágreda. Esta monja, famosa en el siglo XVI por sus mortificaciones y su correspondencia con el rey Felipe V, evangelizó a un grupo de indígenas norteamericanos desde la celda de su convento en Ágreda (Soria). Estos indios la llamaban “la dama azul”, como les dijeron a los jesuitas que contactaron con ellos, extrañados de que ya conocieran la palabra de Dios.
Al doble también lo encontramos en la cultura tibetana. Pero si hasta ahora este fenómeno era totalmente involuntario, aquí responde a un propósito, el poder del pensamiento. Según nos relata en sus libros la aventurera francesa Alexandra David-Neel, los monjes tibetanos son capaces de materializar de la nada entidades independientes con conciencia propia, a las que llaman tulpas. El grado sumo se logra cuando estos seres son una réplica exacta de su creador. En el otro extremo está la propia Alexandra David-Neel, que tras insistir para que la adiestraran en esa técnica, engendró un hombrecillo que le hizo la vida imposible durante meses, hasta que por fin consiguió deshacerse de él.
La equivalencia del tulpa en la Europa del siglo XIX es el ectoplasma. El investigador William Crookes certificó en 1872 cómo de la adolescente Florence Cook surgía un ente espiritual que se transformaba en un ser muy similar a su creadora y decía llamarse Katie King. Crookes tomó varias fotografías de ambas para demostrar al mundo la veracidad de esta proeza, pero hasta el día de hoy predomina la idea de que se trata de un montaje, al igual que todos los casos similares de ectoplasmas que se dieron por esa época.

La Bilocación en el chamanismo o cómo el doble es un vehículo para conocer nuevos ámbitos de percepción
Los chamanes acceden a su doble mediante el sueño, o como les gusta llamar a este proceso, la ensoñación.
Como ya hemos visto, el desdoblamiento de una persona, la sensación de estar en dos sitios diferentes al mismo tiempo, es una técnica propiedad de los místicos, a la que la gente común llega a veces de forma involuntaria. Dos ejemplos muy estudiados serian la proyección astral y la Experiencia Cercana a la Muerte (EMC). En ambos casos, la persona siente como accidentalmente su conciencia abandona el cuerpo, llegando a contemplarse a sí mismo y al entorno que le rodea, plenamente consciente del fenómeno, y describiendo posteriormente el nuevo plano o cuerpo sutil en el que se hallaron como de completa armonía.
Para dar luz a este tema, vamos a abordar la bilocación desde el universo particular de los chamanes sudamericanos.
Los chamanes acceden a su doble mediante el sueño, o como les gusta llamar a este proceso, la ensoñación. Se entrenan firmemente con el fin de mantener su conciencia despierta cuando se sumergen en el sueño y, más allá del sueño lúcido, tratan de acrecentar su atención sobre ese mundo tan borroso y cambiante, poniendo especial interés en contemplar hasta el más ínfimo detalle de cualquier objeto que se les presente.
Estos líderes espirituales consideran que de todo el caudal de información que desprende el universo, los sentidos solo captan aquel flujo que pasa a través de nuestro punto de encaje, mediante el cuál construimos la realidad ordinaria del día a día.
Sin embargo, cuando ese punto de encaje se mueve, accedemos a otras realidades alternativas, como ocurre al ingerir drogas o en ciertos procesos tanto traumáticos como místicos. Para los chamanes, al soñar, nuestro punto de encaje se libera levemente; y como también se han preparado para mover ese punto de encaje únicamente con su voluntad, aprovechan ese trampolín que es el sueño para viajar libremente por otros mundos, con el fin último de ampliar su nivel de conciencia.
¿Y el doble? Los chamanes conciben el universo a través de la energía. Y todos poseemos, además de nuestro cuerpo físico, un cuerpo energético. Una forma de acceder a este último es, una vez inmersos en el sueño, ser capaces de volvernos a dormir y, recordando los versos de Machado, soñar que soñamos. Al despertar en ese nuevo ensueño lo haremos directamente en nuestro cuerpo energético. Ese es el doble, el cuerpo astral. Una entidad extracorpórea hecha de pura energía pero que también puede materializarse en la realidad ordinaria, y con una capacidad inconcebible para viajar y contemplar enteramente lo desconocido.