El pranayama no es respiración normal ni tampoco es sólo respirar profundamente. Se trata de la técnica para generar energía vital cósmica a través de la fusión de los elementos antagónicos de fuego y agua. El fuego es la cualidad de la mente, y el agua es el elemento que corresponde al cuerpo fisiológico. El agua apaga el fuego, y el fuego evapora el agua, y por ello no pueden juntarse fácilmente. El aire es la interfaz cuyo fluir en los pulmones proporciona la corriente dinámica que fusiona agua y fuego y que produce una corriente energética de prana.
Ésta se extiende por el sistema nervioso y la corriente sanguínea y se distribuye por el cuerpo, rejuveneciendo todas las células. El elemento tierra en la forma del cuerpo proporciona el emplazamiento físico para la producción de energía, y el quinto y el más sutil de los elementos, el espacio o éter, ofrece el espacio requerido para la distribución de la energía.
La necesidad de un espacio armonioso y simétrico explica la importancia de la columna vertebral y su musculatura de apoyo, pues la columna vertebral es el pilar central del sistema nervioso. Elevando y separando las treinta y tres articulaciones de la columna vertebral, y abriendo las costillas desde la columna como las zarpas de un tigre, profundizamos y prolongamos la respiración.
La analogía de la producción de energía a través de la potencia hidroeléctrica puede ser de ayuda. El agua estancada no puede crear energía, lo cual significa que si no respiráis, estáis muertos. Si respiráis normalmente, hay cierto flujo, y producís la energía justa para hacer frente a las necesidades del momento. Pero no hay energía de sobra para invertir en otros proyectos. Sólo mediante las técnicas de pranayama, que regulan, canalizan y (en la retención de la respiración) retienen el flujo a fin de aprovechar y extraer su potencial inherente, podemos producir la energía suficiente para revitalizar todo el sistema.
Debemos vivir plenamente antes de morir. Debemos generar suficiente energía para realizar todo nuestro potencial. El viaje hacia nuestro núcleo infinito es arduo. Sólo la energía pránica nos puede llevar hasta allí.
Observar el flujo de la respiración también enseña la estabilidad de la consciencia, que conduce a la concentración. No hay método mejor. El poder de concentración te permite invertir tu nueva energía de manera juiciosa. En el contexto yóguico, la aplicación más elevada de esta concentración y poder de visión radica en la meditación.
Aprendiendo a apreciar la respiración, aprendemos a apreciar la propia vida. El don de la respiración es el regalo de la vida. Cuando recibimos un regalo sentimos gratitud. A través del pranayama aprendemos a sentir gratitud por la vida y gratitud hacia la desconocida y divina fuente de vida. Observemos más de cerca los movimientos de la respiración, sus implicaciones y efectos.
Las técnicas respiratorias yóguicas son de origen y efectos meditativos. Básicamente consisten en cuatro partes: inspiración (puraka), retención de la respiración tras la inspiración (antara kumbhaka), espiración (rechaka) y retención tras la espiración (bahya kumbhaka). La inspiración debe ser larga, sutil, profunda, rítmica y regular. Los ingredientes energizantes de la atmósfera se difunden por las células de los pulmones y rejuvenecen la vida.
Al retener la inspiración, la energía es totalmente absorbida y distribuida por todo el sistema a través de la circulación de la sangre. La descarga lenta de aire en la espiración expulsa las toxinas acumuladas. Realizando una pausa tras la espiración -según la propia capacidad- se purgan y evacúan las tensiones. La mente permanece silente y tranquila. Si se prolonga en demasía la pausa sentirás una súbita sacudida de pánico y aspirarás aire con avaricia. Se trata de nuestro apego instintivo por la vida manifestándose por sí mismo.

La inspiración es la extensión y expansión del Sí-mismo (Purusha). Con la ayuda de la inspiración, el Sí-mismo abraza sus envolturas hasta la piel del cuerpo, como un amante abrazaría a su amada. La retención tras la inspiración es la unión del amante con la amada. En la espiración, el Sí-mismo —a través del aire espirado- se lleva a la amada a su hogar, donde, a su vez, ésta abraza al amante, el Sí-mismo. La retención tras la espiración es la amada uniéndose con el amante en una entrega total al Supremo. Por eso el pranayama es algo más que un ejercicio fisiológico respiratorio. Como la respiración es vida, el arte respiratorio juicioso, atento y desprendido es una oración de gratitud que ofrecernos a la vida.
Cuando dedicamos nuestra atención al movimiento interior de la respiración, es imposible utilizar al mismo tiempo los sentidos externamente. Tampoco puedes pensar que tienes que pasar por el supermercado de camino a casa cuando salgas de trabajar. El pranayama es el principio del repliegue o retraimiento de la mente y los sentidos respecto a los fenómenos externos. Por eso proporciona sosiego. Es la bisagra entre extraversión e introversión.
Cuando se empieza con la práctica de asana se va obteniendo cada vez más confianza, equilibrio, seguridad en uno mismo y la luminosidad de la salud. Después de todo, la energía es una cualidad atractiva por sí misma. No dejes de disfrutar de esos beneficios en tu contacto con el mundo. Pero el yoga también nos pide que invirtamos interiormente algo de lo obtenido. Se trata de introversión en su sentido positivo, no de un evitar o apartarse del mundo sintiéndose incapacitado, sino por un deseo de explorar el mundo interior. La respiración, que opera en la envoltura del cuerpo fisiológico, sirve como puente entre el cuerpo y la mente.
No puedes mirarte la mente con los ojos. En asana los ojos deben estar activos para ajustarlo, pero en la respiración los oídos son importantes para escuchar el sonido de la vibración mental y ajustar su armonía.
También la mente es una vibración en el espacio. El sonido de la vibración de la mente sólo puede ser percibido por los oídos. Se trata de la penetración de la introspección. No nos acerca a la ruidosa capacidad pensante del cerebro, sino que, por el contrario, se pacifica el órgano cerebral. Nos acerca a la facultad intuitiva de la mente.
No puede forzarse nada relativo a pranayama. Por eso enseña humildad. Para ello hay que invitar, engatusar a prana, y a su compañera natural, la percepción consciente intuitiva más elevada (prajña). Llegarán cuando las circunstancias sean favorables. Aquí es útil la metáfora acerca de atrapar un caballo. No se puede atrapar a un caballo en un prado corriendo tras él. Hay que mantenerse quieto, de pie, y ofrecerle una manzana, y entonces el caballo se acercará.
En cierto sentido, en pranayama se hace necesario el poder de la voluntad. Es la voluntad de la práctica, la voluntad de conquistar su monotonía. Intrínsecamente resulta fascinante, pero ofrece menos variedad que asana y, como acabo de decir, es una práctica introvertida. Por muy ardoroso que seas, como fui y soy yo mismo, no intentes retener la respiración mediante la fuerza de voluntad. En el momento en que el cerebro se tensa, en que se endurecen los oídos internos y los ojos se sienten pesados o irritados, es que se está forzando más allá de la propia capacidad.

Sé consciente de la piel del tronco que se mueve hacia el cuerpo interior. Si conoces la extensión y expansión del cuerpo, conocerás la extensión y expansión de la mente. Si los nervios del cuerpo están sobrecargados, el cerebro se contrae. La sensibilidad, la sujeción y el estiramiento de la piel deben ser como un niño disciplinado, que es atrevido y cauteloso a la vez. Permite que la respiración y la inteligencia se muevan simultáneamente. Si la inteligencia lo hace antes es que estás forzando.
Físicamente, los movimientos de pranayama implican una ascensión vertical, una expansión horizontal y una extensión circunferencial de la caja torácica, la pared torácica y los pulmones. Si durante la inspiración la piel por encima del centro del esternón puede moverse verticalmente arriba y abajo, y puede expandirse de lado a lado circunferencialmente, estará demostrando que los pulmones se están llenando al máximo de su capacidad.
Nuestro movimiento respiratorio normal no es rítmico. Cada inspiración voluntaria es una acción estresante, y cada espiración es desestresante. La inspiración normal involuntaria no se realiza con los pulmones, sino con el cerebro, así como con todo el cuerpo. Es fácil darse cuenta de que una inspiración normal provoca movimiento en todo el cuerpo. Los músculos se hinchan, y mientras se espira puede sentirse claramente la compresión de dichos músculos. En otras palabras, durante la respiración normal, todo el cuerpo inspira y todo el cuerpo espira.
En la respiración yóguica el cerebro y las extremidades corporales permanecen pasivos, y sólo están activados los pulmones. El papel del tórax, diafragma, costillas, músculos intercostales, abdomen y pulmones es por lo tanto distinto, ya que la respiración se recibe pero no se aspira. Como es la envoltura fisiológica y orgánica la que vincula e integra cuerpo y mente, necesita cultivarse con el suministro sanguíneo y energético adecuado. Para conseguirlo, se utiliza totalmente el sistema respiratorio, pero sin forzar el sistema nervioso.
En la inspiración normal el cerebro no sólo atrae la energía, sino también la sangre. En la espiración la libera. Este tipo de respiración no es más que el bombeo de sangre del cerebro. La propia palabra, inspiración, significa tanto inspirar aire como tener una sensación en forma de idea, y expresa la manera como se carga el cerebro durante la inspiración. Pero este tipo de inspiración crea estrés en el cerebro, ya que sus células se inflan y desinflan continuamente. Así que en lugar de energizarse, cuerpo y cerebro disipan la energía disponible.
El pranayama empieza observando los movimientos de la respiración normal, sosegándolos y suavizándolos de manera que no exista carga sobre las células cerebrales. Para conseguirlo es necesario aprender a soltar el diafragma. El diafragma es el vínculo entre las envolturas fisiológica y mental, y en consecuencia se tensa cuando registra estrés y tensiones de la vida cotidiana.
Debes sumergirte en las inspiraciones y espiraciones y en la naturalidad de la retención sin causar ningún estrés en las células cerebrales, ni perturbaciones ni tirones innecesarios en los órganos vitales y los nervios. Después de todo, nuestros nervios son semiconductores líquidos y no reaccionan bien frente a las fluctuaciones incontroladas de corriente, de modo parecido a como sucedería con un ordenador. Has de domesticar tu respiración a fin de domesticar el cerebro. Vivir momento a momento absorto en el fluir ininterrumpido del movimiento circular de la inspiración y de la espiración. Su flujo debería ser como el de un río grande y majestuoso; cuyos movimientos no son visibles.
Si la mente predomina durante la inspiración, se estará practicando pranayama egotista. Si la mente desciende, y es el corazón el que predomina, entonces estás haciendo un pranayama auténtico y humilde. Sabiendo cómo distribuir el prana se puede conseguir la unión de las energías del individuo y el universo. La inspiración abarca todo el cuerpo, expandiéndose desde el centro a la periferia. Durante la espiración la marea baja, retirándose hacia el centro. La inspiración es un movimiento hacia la consciencia periférica; la espiración se acerca al núcleo de la consciencia.
Hemos visto que de igual modo que las hojas se mueven con el viento, tu mente se mueve con tu respiración. Cuando se regula y pacifica la respiración, tiene lugar un efecto neutralizador en la mente. Y cuando se retiene la respiración, estás reteniendo el alma. Reteniendo toda la inspiración mantienes el infinito divino en tu interior. En ese momento alcanzas todo el potencial de tu individualidad, pero se trata de una individualidad divina y no de la criatura pequeña y egoísta con la que normalmente te identificas.

Espirando ofreces con generosidad tu sí-mismo individual al mundo universal. Espirar y expirar son palabras gemelas. Lo que expira o muere es la conocida sensación de “yo”, que se aferra apasionadamente a su propia identidad y existencia. En la retención tras la espiración, experimentas la vida tras la muerte. Se hace frente y conquista el peor de los miedos del ego. Se corre el velo de ilusión que envuelve el “mí”.
La inspiración llena de vida todo el cuerpo. La espiración entrega esa vida a la fuente de vida, al Dador de la Vida. El cuerpo se mueve hacia el núcleo del ser, como un cachorro acurrucándose contra su madre, seguro y confiado. Si la retención causa tensión o dolor en la cabeza es que estás sujetando desde el cerebro, no desde los pulmones. Eso es una sujeción egotista. La clave de la retención es la naturalidad. La naturaleza es energía, y nos suministra todo lo necesario. El ego es finito; la energía de la naturaleza es infinita. Al negar la naturaleza estamos negando nuestra propia energía. Permite que ese océano de energía estimula los pulmones y deja que purifique el cuerpo y refine la consciencia.
A causa de las posibilidades que existen en la relación entre prana y chitta (consciencia), el gran yogui Svatmarama concluye -en el Hatha yoga Pradipika- que la respiración es la clave de la emancipación final. Además, la respiración desarrolla el inmenso poder necesario para que el practicante pueda hacer frente a la luz infinita cuando descienda la gracia. Replegando la mente de los sentidos de percepción y órganos de acción, la retención de la respiración lleva a la consciencia a descansar en el regazo del alma. La retención tras la inspiración es la consumación del potencial individual hacia la divinidad. Esta “copa llena” se eleva para fundirse con la energía universal. La espiración y retención vacían la copa de potencial personal hacia la divinidad en un acto de entrega ala fuerza cósmica.
Este noble acto de autorrenuncia funde totalmente la identidad del yogui con su origen divino. En este sentido, para mí, pranayama actúa como bhakti marga, el gran sendero yóguico de la devoción, el amor y la entrega de sí mismo. La historia nos muestra que han existido algunos individuos que han podido dar este salto a un estado de no-ego mediante un acto de autoentrega incomparable. No obstante, estoy convencido de que en un contexto moderno, cuando la sociedad anima desde la infancia el desarrollo de una personalidad egoica, una transición así resulta imposible sin un largo y arduo aprendizaje mediante la oración viva del pranayama.
En el Hatha yoga Pradipika se dice que a los sentidos los gobierna la mente, que la mente es gobernada por la respiración y que la respiración lo está por los nervios. Nuestros sentidos informan a la mente y nos proporcionan información acerca del mundo que nos rodea, pero los sentidos también pueden controlar la mente y a nosotros si no tenemos cuidado. El yogui aprende a utilizar la mente para gobernar sus sentidos, y utiliza la respiración para gobernar la mente. No obstante, la mente y la respiración no siempre permanecen en calma y bajo control. En realidad, se agitan a menudo cuando experimentamos las tensiones y el estrés de la vida. Es precisamente ese estrés el que nos acorta la respiración, ya que se nos constriñe el abdomen a causa de la ansiedad. Este estrés detiene la respiración y nos vacía de energía vital.
Fuente: http://yogaconciencia.blogspot.com/2017/03/vitalidad-respiracion-y-pranayama-por.html – Del libro «Luz sobre la vida» de BKS IYENGAR