Savitri: Libro VII: El Libro del Yoga. Canto III: La Entrada en los Espacios Interiores – 496

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Continúa la descripción del paso de Savitri por los planos de la mente.

La Vida estaba relegada a un sendero de nivel seguro,
no osaba intentar las grandes y difíciles alturas
o trepar hasta la vecindad de una solitaria estrella
o bordear el peligro del precipicio
o tentar la peligrosa risa de encrespada espuma de las grandes olas,
poeta de la aventura, amante del peligro,
o al interior de su cámara llamar a algún flamígero dios,
o abandonar los límites del mundo y en donde no existen límites
alcanzar con la pasión del corazón al Adorable
o prender el mundo en llamas con el Fuego interior.

Aleccionado epíteto en la prosa de la vida,
que debe prestar color justo a su sancionado espacio,
sin salirse de la cabina de la idea
sin traspasar a ritmos demasiado altos o vastos.

Incluso cuando se elevaba dentro del aire del ideal,
el vuelo del pensamiento no se perdía en el azul:
sobre los cielos trazaba una prediseñada flor
de disciplinada belleza y armoniosa luz.

Un comedido espíritu vigilante gobernaba la vida:
sus actos eran herramientas del reflexivo pensamiento,
[demasiado fríos como para inflamarse e inflamar al mundo,
o los diplomáticos movimientos de una cuidadosa razón
evaluando los medios hacia un final prefigurado,
o hacia el pico más alto de un plano de calma Voluntad
o una estrategia de un Alto Comando interior
para conquistar los secretos tesoros de los dioses
o ganar para un rey enmascarado algún glorioso mundo,]
no un espontáneo reflejo del yo, un indicio del ser y sus talantes,
un vuelo del consciente espíritu, un sacramento
de comunión de la vida con el silente Supremo
o su puro movimiento sobre el camino de lo Eterno.

O si no para el cuerpo de alguna elevada Idea
era construida una casa con ladrillos demasiado encajados;
el cemento de acto y pensamiento hacían un muro
de nimios ideales limitando al alma.

Incluso la meditación meditaba en un estrecho sitial;
y la adoración se volvía hacia un Dios exclusivo,
a lo Universal oraba en una capilla
cuyas puertas estaban cerradas contra el universo;
o arrodillada ante lo Impersonal carente de cuerpo
una mente se cerraba al grito y al fuego del amor:
una religión racional secaba el corazón.

Planeaba actos de una vida sin complicaciones bajo las reglas de la ética
u ofrecía un frío sacrificio sin llama.

El Libro sagrado permanecía sobre su santificado altar
envuelto en sedosas ataduras de interpretación:
un credo precintaba su sentido espiritual

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© “Savitri de Sri Aurobindo”