514
Continuando la subida por la ascendente vía de su espíritu
llegó a un espacio elevado y feliz,
una amplia torre de visión desde donde todo podía ser visto
y en donde todo estaba concentrado en una simple visión
como cuando en la distancia escenas separadas se convierten en una
y se hace la armonía entre colores en contienda.
El viento se había calmado y la fragancia envolvía el aire.
Había gorjeo de pájaros y murmullo de abejas,
y todo cuanto es común y natural y dulce,
e íntimamente divino para el corazón y para el alma.
Estremecía la proximidad del espíritu a su origen
y las cosas más profundas parecían obvias, cercanas y verdaderas.
Aquí, centro vivo de esta visión de paz,
una Mujer se sentaba en luz clara y cristalina:
el cielo había retirado el velo a la gloria de sus ojos,
sus pies rayos de luna, su rostro un brillante sol,
su sonrisa podía persuadir a un desfallecido desgarrado corazón
a vivir de nuevo y a sentir las manos de la calma.
Su vacilante voz resultaba una queda música:
“Oh Savitri, yo soy tu alma secreta.
He descendido a la desolada tierra herida
para curar sus dolores y sosegar su corazón para que descanse
y repose su cabeza sobre el regazo de Madre
para que pueda soñar con Dios y conozca su paz
y para traer la armonía de las esferas más altas
al ritmo de los rudos días agitados de la tierra.
Yo le muestro las figuras de los dioses brillantes
y traigo la fuerza y el solaz a su esforzada vida;
cosas elevadas que ahora son sólo palabras y formas
en el cuerpo de su poder yo le revelo.
Yo soy la paz que llega del hombre al pecho consumido por el conflicto,
en medio del reino del Infierno que sus actos crean
un albergue en donde los mensajeros del Cielo pueden alojarse;
yo soy la caridad de amables manos que bendicen,
yo soy el silencio en medio de la ruidosa marcha de la vida;
yo soy el Conocimiento examinando su mapa cósmico.
En las anomalías del corazón humano
en donde Bien y Mal se abrazan en el mismo lecho
y la Luz es perseguida por la Oscuridad a cada paso,
en donde su más amplio conocimiento es una ignorancia,
yo soy el Poder que hacia lo mejor labora
y trabaja por Dios y eleva la mirada hacia lo alto.
Incluso del pecado y del error hago piedras pasaderas
y de toda experiencia una larga marcha hacia la Luz.
A partir de lo Inconsciente construyo la consciencia,
y guío a través de la muerte para alcanzar la Vida inmortal.
Muchas son las formas de Dios mediante las cuales crece en el hombre;
sus pensamientos y hechos imprimen con divinidad,
elevan la estatura de la humana arcilla
o lentamente la transmutan en oro celestial.
Él es el Bien por el cual los hombres luchan y mueren,
él es la guerra de lo Recto con el Titán error;
él es la Libertad que se levanta inmortal desde su pira;
él es el Valor protegiendo aún el paso desesperado
o solitario y erguido en la demolida barricada
o centinela en el peligro de las resonancias de la Noche.
Él es la corona del mártir devorado por las llamas
y la alegría resignada del santo
y el coraje indiferente a las heridas del Tiempo
y el poder del héroe luchando con muerte y destino.
Él es la Sabiduría encarnada en glorioso trono
y la calma autocracia del gobierno del prudente.
Él es el elevado y solitario Pensamiento
aparte por encima de la ignorante multitud:
él es la voz del profeta, la visión del vidente.
Él es la Belleza, néctar del alma apasionada,
él es la Verdad por la que el espíritu vive.
Él es la opulencia de la Vastedad espiritual
vertida en salutíferas corrientes sobre la Vida indigente;
él es la Eternidad atraída hora a hora,
él es la infinidad en un pequeño espacio:
él es la inmortalidad en brazos de la muerte.
Esos poderes soy yo y a mi llamada acuden.
Así lentamente elevo el alma del hombre más cercana a la Luz.
Pero la mente humana se aferra a su ignorancia
y a su pequeñez el humano corazón
y a su derecho a la aflicción la vida terrena.
Sólo cuando la Eternidad tome al Tiempo de la mano,
sólo cuando el infinito maride al pensamiento finito,
podrá el hombre ser libre de sí mismo y vivir con Dios.
Entretanto yo traigo los dioses sobre la tierra;
devuelvo la esperanza al desesperado corazón;
doy la paz al humilde y al grande,
y derramo mi gracia sobre el necio y el cuerdo.
Yo salvaré la tierra, si la tierra consiente en ser salvada.
Entonces el Amor sin velos hollará el suelo de la tierra;
la mente del hombre admitirá la soberanía de la Verdad
y el cuerpo será soporte del inmenso descenso de Dios.”
El esquema global del presente canto puede verse en este enlace.
Pincha aquí para ver toda la obra publicada hasta ahora: Sri Aurobindo. Una leyenda y un símbolo
© “Savitri de Sri Aurobindo”