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Así habló y desde el ignorante plano inferior
llegó un grito, un deformado eco desnudo y estremecedor.
Una voz de la mente humana engrilletada por el sentido
acarreaba su altiva queja de endiosado poder
restringido por los límites de los pensamientos de un mortal,
aprisionado por las cadenas de la ignorancia terrenal.
Prisionero de su cuerpo y de su cerebro
el mortal no puede ver la magna totalidad de Dios,
o compartir su vasta y profunda identidad
que insospechada permanece dentro de nuestros ignorantes corazones
y todo lo conoce puesto que él con todo es uno.
El hombre sólo ve las superficialidades cósmicas.
Luego preguntándose qué pueda permanecer oculto para el sentido
excava una pequeña vía hacia las profundidades:
mas pronto se detiene, no puede alcanzar el núcleo de la vida
o entrar en comunión con el latente corazón de las cosas.
Aunque ve el desnudo cuerpo de la Verdad
a menudo camuflado por ropajes sin límite,
no puede ver su alma interior.
Entonces, furioso por un conocimiento absoluto,
arranca todos los detalles y acuchilla y cava:
sólo de los elementos de la forma obtiene el uso;
el espíritu escapa o bajo su cuchillo perece.
Cual extensión vacía, cual gigantesco yermo ve
la plenitud de riquezas del infinito.
De lo finito ha hecho su ámbito principal,
disecciona su plan, domina sus procesos,
aquello que todo lo mueve permanece oculto a su mirada,
sus atentos ojos pierden lo que indistinguible está detrás.
Posee el sutil toque inequívoco del hombre ciego
o la cansina mirada del viajero de distantes escenas;
los reveladores contactos del alma no posee.
Sin embargo es visitado por una luz intuitiva
y la inspiración llega desde lo Desconocido;
mas sólo la razón y el sentido siente como seguros,
sólo ellos son sus testigos de confianza.
Así resulta frustrado, su espléndido esfuerzo vano;
su conocimiento se entretiene con brillantes piedrecillas a la orilla
del gran océano de su ignorancia.
Mas grandiosos eran los acentos de ese grito
un cósmico pathos temblaba en su tono.
“Yo soy la mente del gran mundo que a Dios ignora
ascendiendo al conocimiento por los escalones que él construyó;
soy del hombre el Pensamiento que todo lo descubre.
Soy un dios encadenado por la Materia y el sentido,
un animal aprisionado por una cerca de espinos,
una bestia de carga que ansía su comida,
un herrero uncido a su yunque y a su forja.
Mas he aflojado la cuerda, mi habitación he ampliado.
He levantado el mapa de los cielos y analizado las estrellas,
descrito sus órbitas a través de los surcos del Espacio,
medido las distancias que separan los soles,
calculado su longevidad en el Tiempo.
He ahondado en las entrañas de la tierra y arrancado
las riquezas custodiadas por su opaco suelo pardo.
He clasificado los cambios de su corteza de piedra
y descubierto las fechas de su biografía,
rescatado las páginas del plan de toda la Naturaleza.
El árbol de la evolución he bosquejado,
cada rama y ramita y hoja en el lugar adecuado,
rastreado en el embrión la historia de las formas,
y encuadrado la genealogía de todo cuanto vive.
He detectado el plasma la célula y el gen,
el protozoo he localizado, ancestros del hombre,
los humildes orígenes de los cuales surgió;
conozco cómo ha nacido y cómo muere:
sólo a qué fin sirve no conozco todavía
o siquiera si existe algún propósito o algún fin
o impulso de rico intencionado gozo creativo
en los amplios trabajos del poder terrestre.
He captado sus intrincados procesos, sin dejar ninguno:
en mis manos tengo su inmensa maquinaria;
de las energías cósmicas me he apoderado para mi uso.
Me he enfrascado sobre sus elementos infinitesimales
y he desenmascarado sus átomos invisibles:
toda la Materia es un libro que he examinado;
ahora sólo algunas páginas me faltan por leer.
He visto las vías de la vida, las sendas de la mente;
he estudiado los métodos de la hormiga y del simio
y aprendido el comportamiento del hombre y del gusano.
Si es Dios quien está al trabajo, sus secretos he encontrado.
Mas todavía la Causa de las cosas permanece bajo la duda,
su verdad escapa de la persecución dentro de un vacío;
cuando todo ha sido explicado nada es conocido.
Qué escoge el proceso, de dónde surge el Poder
desconozco y tal vez nunca sabré.
El magnífico origen de la Naturaleza es un misterio;
un misterio es el fugaz flujo de la mente,
un misterio el cambiante fenómeno de la vida.
Cuanto he aprendido, el Azar se salta y contradice;
cuanto he construido es atrapado y destrozado por el Destino.
Puedo predecir los acontecimientos de la fuerza de la Materia,
pero no la marcha del destino del hombre:
conducido por caminos que no elige,
arrollado cae bajo las rodantes ruedas.
Mis grandes filosofías son conjetura razonada;
los místicos cielos que reclama el alma humana
charlatanería del cerebro imaginador:
todo es una especulación o un sueño.
Al final el mundo mismo se convierte en una duda:
el chasco de lo infinitesimal se burla de masa y forma,
una risa resuena desde la finita máscara de lo infinito.
Tal vez el mundo es un error de nuestra mirada,
un ardid repetido en cada destello del sentido,
una mente irreal alucina el alma
con un énfasis de visión sobre la falsa realidad,
o una danza de Maya vela el Nonato vacío.
Incluso si una consciencia más grande puedo alcanzar,
¿qué provecho tiene entonces para el Pensamiento conseguir
un Real que es por siempre inexpresable
o acosar hasta su guarida al incorpóreo Yo o hacer
de lo Incognoscible el objetivo del alma?
Deja, deja que trabaje dentro de mis límites mortales,
sin vivir más allá de la vida sin pensar de la mente más allá;
nuestra pequeñez nos protege de lo Infinito.
A una helada grandeza sola y desolada
no me llames para morir la gran muerte eterna,
desnudo de mi propia humanidad
en la fría vastedad del infinito del espíritu.
Cada criatura vive dentro de los límites de su naturaleza,
y ¿cómo puede uno evadir su natural destino?
Humano soy, deja que permanezca humano
hasta que en lo Inconsciente me desplome mudo y dormido.
Una alta insania, una quimera es,
creer que Dios vive escondido en la arcilla
y que la eterna Verdad puede morar en el Tiempo,
y llamarla para que salve a nuestro yo y al mundo.
¿Cómo puede el hombre volverse inmortal y divino
trasmutando la propia sustancia de la que está hecho?
Esto los dioses magos pueden soñar, no los hombres pensantes.”
El esquema global del presente canto puede verse en este enlace.
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© “Savitri de Sri Aurobindo”