No te preocupes de si Dios existe o no; lo que importa es la existencia del silencio, si existe o no la conciencia. Si eres silencioso y consciente, tú mismo eres Dios, no es algo ajeno a ti. O eres una mente o eres Dios. En silencio y consciencia, la mente se disuelve, desaparece y se te revela la Divinidad. La conciencia te lleva a un punto donde eres capaz de ver con tus propios ojos la realidad última de ti mismo y del Universo.
