El cuerpo energético (prana)
Todo el mundo desea más energía vital. Si la energía pudiera empaquetarse y venderse en una tienda, sería el negocio más redondo de la historia. Sólo pensar en energía excita y energetiza a las personas. Todos quieren saber dónde conseguirla. Pues desde luego ni en paquetes ni en tiendas porque, primero, «está en todas partes» y, segundo, es gratis.
A Dios le damos muchos nombres, aunque es Uno. Lo mismo sucede con la energía. Hay energía nuclear, energía eléctrica, energía muscular y energía mental. Todas ellas son energía vital o energía de vida, que en sánscrito se llama energía pránica, o simplemente prana. Al prana se le llama chi en China y ki en Japón.
Hay quien sugiere que el concepto occidental más cercano a prana es el Espíritu Santo del Cristianismo, un poder sacro tanto inmanente como trascendente. Prana también suele llamarse viento y aire vital. La Biblia empieza con su descripción de la Creación con la frase: «El aliento de Dios se movía sobre las aguas»: Prana es el aliento de Dios. Prana es la energía que permea el universo a todos los niveles. Es energía física, mental, intelectual, sexual, espiritual y cósmica.
Todas las energías vibrantes son prana. Todas las energías físicas como calor, luz, gravedad, magnetismo y electricidad también son prana. Es la energía oculta y potencial que hay en todos los seres, que se libera por completo como respuesta a cualquier amenaza contra la propia supervivencia. Es el motor primero de toda actividad. Es energía que crea, protege y destruye. Los hinduistas suelen decir que Dios es generador, organizador y destructor. La inspiración es el poder generador, la retención es el poder organizador y la espiración, si la energía está viciada, es el poder destructor. Eso es prana en acción. Vigor, potencia, vitalidad, vida y espíritu son todas formas de prana.
Prana suele traducirse como respiración o hálito, pero sólo es una de sus manifestaciones. Según las Upanishads, es el principio de vida y consciencia. Se equipara con el Alma (Atman). Es el aliento vital de todos los seres del universo. Nacen de él y viven de él, y cuando mueren su hálito individual se disuelve en el hálito cósmico. Es la característica más esencial, real y presente en todos los momentos de nuestras vidas y no obstante sigue siendo la más misteriosa. La tarea del yoga, y especialmente del pranayama, es penetrar en el corazón de este misterio.
Prana, en la forma de respiración, es el punto de partida. El sufijo «ayama» significa estiramiento, extensión, expansión, longitud, anchura, regulación, prolongación, restricción y control. Por lo tanto, en su forma más simple, pranayama significa la prolongación y restricción de la respiración. Como prana es energía y fuerza vital, pranayama significa la extensión y expansión de toda nuestra energía vital.
Debe quedarte claro que no puedes aumentar así como así el volumen de algo tan volátil y explosivo como la energía pura sin tornar medidas para contenerla, aprovecharla y dirigirla. Si de repente te diese por triplicar la potencia de la corriente eléctrica que llega a tu casa, no pensarías que la tetera herviría en una tercera parte del tiempo normal o que tus bombillas darían el triple de luz; sabes que lo que sucedería inmediatamente es que se quemarían todos los circuitos y te quedarías sin nada. ¿Por qué iba a ser diferente nuestro cuerpo?
Por eso Patañjali dijo claramente que entre la práctica de asana y pranayama hay un peldaño. Ha de crearse, gracias a la habilidad en asana, la potencia y estabilidad en el circuito corporal para que éste pueda soportar el aumento de la corriente que supone la práctica de pranayama.
Son muchos los que han venido a verme a lo largo de los años acongojados por las desgracias que les han sobrevenido al no respetar esta precaución elemental. A menudo lo que les ocurría es que ignoraban la necesidad de levantar una base sólida y se apuntaron a diversos cursos con la esperanza de dar un salto a una espiritualidad cómoda. Su debilidad corporal y mental les traicionó y agravó sus problemas. El propio Patañjali advirtió de que si la base no es firme se padecerá pesar, desesperación, inestabilidad corporal y respiración irregular.
La depresión mental y los temblores que la acompañan son un asunto muy grave. Son extremos, y en su tercer sutra sobre asana, Patañjali dice concretamente que la práctica de asana nos protegerá de los peligros y vicisitudes de los extremos. Llamó extremos a las dualidades. En este contexto significa que hemos de contar con la suficiente fortaleza corporal y mental como para controlarnos a nosotros mismos con sensatez. Comer desaforadamente un día y ayunar al siguiente no es sensato. Si una palabra descortés oída en la oficina te inunda de amargura, de cólera o de resentimiento, entonces tampoco es sensatez.
Si todavía oscilamos entre extremos, tanto de conducta como emocionales y mentales, es que no estamos listos para pranayama. Si contamos con una fuerza razonable en cuerpo y nervios, y estabilidad emocional y mental, entonces lo estamos.

Para el Viaje Interior necesitaremos muchísima energía, y una energía muy sutil, de gran calidad. Esta exploración, ocupación e iluminación sin fin requiere la energía especial de prana. Prana es especial porque conlleva percepción consciente. Es vehículo de consciencia. Si quieres enviar tu consciencia a la célula más lejana del dedo gordo de tu pie, prana la llevará hasta allí. Cuando se cuenta con un flujo suficiente de prana se puede difundir interiormente la consciencia por todas partes. Para conseguirlo es necesario generar mucho prana.
Para generar prana hay que cultivar la extensión, la expansión, el control y la restricción de la respiración normal. Igual que podemos usar estos términos para nuestra práctica sobre la envoltura anatómica y más externa del ser, annamaya kosha, ahora los utilizamos para la segunda envoltura, el cuerpo fisiológico u orgánico, pranamaya kosha. Tras fortalecer nuestra naturaleza conocida mediante asana, ahora añadimos una segunda cuerda a nuestro arco con el cultivo de la respiración. Al hacerlo generamos más energía. Con más energía podremos explorar y penetrar más en el interior.
Tanto si hablamos de la envoltura más externa como si lo hacemos de ésta, más interior, siempre utilizamos la luz de la percepción consciente. Prana siempre está presente a la hora de llevar esa luz de la percepción consciente, sólo que ahora la generamos y dirigimos conscientemente. En la filosofía yóguica se considera que tanto la energía (prana), como la consciencia (chitta) evolucionan directamente de la inteligencia cósmica (mahat). Mahat es la inteligencia universal de la naturaleza. Las piedras cuentan con inteligencia universal. Todas las hojas la tienen. Todas las células de todas las criaturas la tienen. Es omnipresente e infinita.
El genio de la inteligencia de la naturaleza es la autoexpresión. Por eso la naturaleza es infinitamente variada, infinitamente inventiva. Prana es nuestro vínculo con esta inteligencia infinita. Es una pena que tengamos ese acceso disponible y que ignoremos su uso y su desarrollo. Somos como alguien con una vasta fortuna guardada en una cuenta bancaria y que olvidase el número y tuviera que arrastrarse en la miseria.
Vivimos en el interior de nuestra consciencia individual con su limitada inteligencia, sintiéndonos a menudo solos e insignificantes, cuando existe un conducto que da acceso directo a la consciencia e inteligencia cósmicas. Prana fluye a través de ese conducto, uniendo a todos los individuos entre sí y con el principio original de la naturaleza. El pranayama tiene por objeto restaurar ese conducto para que la inteligencia que transporta la energía del macrocosmos pueda iluminar nuestro microcosmos.

Respiración y pranayama
No inicié la práctica de pranayama hasta 1944, cuando ya llevaba varios años enseñando yogasana. Podéis consolaros con el hecho de que, por muy pobre que sea vuestro pranayama, no puede ser peor que el mío durante los primeros años. Me levantaba sobre las cuatro de la madrugada y tomaba café con mi esposa. A menudo solía volverme a la cama de inmediato. Si no lo hacía, al cabo de tres o cuatro minutos empezaba a jadear y debía detener la práctica. Mi capacidad pulmonar seguía atrofiada a causa de la tuberculosis de mi infancia, y además me había esforzado demasiado con los estiramientos hacia atrás. Aunque conseguí flexibilidad, carecía de resistencia.
De algún modo me las arregle para perseverar, pero mi pecho estaba tenso, y los músculos doloridos. Ni siquiera apoyando la espalda contra la pared dejaba mi respiración de ser pesada y trabajosa. Poco a poco me fui dando cuenta de que aunque los estiramientos hacia atrás refuerzan los músculos internos de la columna vertebral, los estiramientos hacia delante desarrollan sus músculos externos. Así que empecé a hacer estiramientos hacia delante, dándome la oportunidad de aumentar la resistencia. El dolor era intenso, como si me diesen martillazos en la espalda, y las molestias persistían durante horas. También me concentré en las torsiones, para fortalecer los músculos laterales.
Todo resultaba muy frustrante, y aunque evité la depresión que puede resultar de la práctica, me encontraba muy agitado. No se puede practicar pranayama con la mente agitada. A veces solía sentirme fresco, mientras que en otras ocasiones estaba malhumorado y tenso, ya que no sabía cómo relajar el cerebro al inspirar ni entendía el arte de la sujeción necesaria durante el proceso de la espiración. Dicha sujeción es la habilidad de mantener la postura en pranayama de manera que permita la flexibilidad interior y evite perturbar la postura a causa del movimiento del aire. Por fortuna, contaba con el coraje y la determinación suficientes para no darme por vencido ante los fracasos repetidos.
En principio mi gurú me había dicho categóricamente que yo estaba incapacitado para hacer pranayama. Antaño, el conocimiento espiritual se consideraba un tema esotérico y sus maestros lo protegían celosamente. Se mostraban rudos en sus maneras y no creían que sus alumnos fuesen realmente dignos de ello. Antes no se hablaba con los discípulos de manera tan franca y abierta como hacemos en la actualidad. Incluso Ramana Maharishi guardó su filosofía para un pequeño círculo de eruditos altamente cualificados. Podríamos decir que la India de aquellos tiempos estaba inmersa en una lucha en pos de la democracia política, pero os aseguro que la democracia espiritual no existía.
Como se me considera un maestro autoritario y severo, la gente no se da cuenta de que en realidad me he apartado y reaccionado en contra del duro y reservado régimen en el que me educaron. Estoy abierto respecto a todo lo que he aprendido, y mi severidad tiene que ver con una pasión por la precisión, para que mis estudiantes no padezcan los mismos errores y dificultades que yo tuve que soportar.
Finalmente mi gurú se ablandó hasta el punto en que me permitió practicar inspiración profunda, retención y espiración profunda. Pero no me dio instrucción técnica alguna. Por ello tendía a la inestabilidad corporal y a la respiracion irregular y trabajosa sobre la que advierte Patanjali. Como ya he dicho, por fortuna escapé a la desesperación y zozobra en que puede resultar, pero me sentía inquieto y agitado. Todo el mundo necesita un maestro para practicar pranayama. Yo no tuve ninguno y caí en la brecha entre “saber” y “hacer”. Sabía que tenía que tomar una respiración lenta y profunda, pero no ocurría. No podía hacerlo.
Lo que me mantuvo en el buen camino fue mi practica de asana. Continué adaptando y transformando mi cuerpo para que fuese capaz de practicar pranayama, y al cabo de muchos y largos años acabe dominando su práctica. Desde el punto de vista de mi capacidad para enseñar, este proceso de tanteo ha demostrado ser de un valor incalculable, pero no es un método que le recomiende a nadie. Mis primeros fracasos fueron debidos a una falta de guía así como a mi propia debilidad.
Por otra parte, vosotros os halláis en situación de poder ir consolidando una buena práctica en tan solo dos o tres años, siempre y cuando la continuéis al menos durante diez minutos al día y contéis con un buen profesor. Al igual que me sucedió a mí, a través de la acción y de la observación aprendereis a comprender las energías ascendentes y descendentes de la inteligencia y a obtener el arte de entregar la inteligencia la fuerza de voluntad desde la sede de la cabeza hacia la sede del corazón.
Aprendiendo a través de asana cómo estirarse y cómo mantener elástico y vivaz el sistema nervioso, podréis soportar cualquier carga, y por lo tanto el estrés no hará acto de presencia.
Fuente: http://yogaconciencia.blogspot.com/2017/03/vitalidad-respiracion-y-pranayama-por.html – Del libro «Luz sobre la vida» de BKS IYENGAR